Ya no es el descarrío de la Carrió o el de Francisco de Narváez, o el de Mauricio Macri o de el Duhalde residual, o de Pino Solanas en el exilio del Plata; o el de Fernando Iglesias, Silvana Giúdice y Gerardo Morales; o el de algún resabio de extremo abismo o de extremo idiota; o el de cualquiera que en su papel opositor ya esté avisado que el kirchnerismo sigue y que ellos, todos, por separados o amontonados, salteados o efímeros van seguir también. Pero detrás, a la saga. Porque a medida que se acerca octubre, y se haga más nítida la derrota que los posterga, los puteadores van a aferrarse a lo único que los calma; aunque vomitar deje un gusto ingustable en la boca.
Putean a coro con los grandes medios, que los instigan y arrastran a agigantar las puteadas, y ellos de puro serviciales las van aumentando de tamaño para no perder el porcentaje de micrófono o de cámara cuyo precio pagan ejerciendo en armonía el papel de puteadores.
De ponto algo les pasa. Y un ratito después de haber puteado mal se dan cuenta que con la repercusión fue suficiente y que queda hipócritamente bien arrepentirse. Pero ellos saben que no se aguantan sin putear al Gobierno. De putear a muertos y vivos, a pobres y ausentes, y aún de putear cuando no parece que putean. Si en lugar de puteadas se recargaran de ciudadanía política y abandonaran su papel de malos perdedores, de malos argumentadores, de malos entendedores de su tiempo, empezarían a sentir que lo razonable es asumir que la inferioridad no alcanza. Y que para recuperar la superioridad, hay que superarse reconociéndose inferiores y a lo mejor hasta de resignarse a serlo crónicamente.
Pero esto es pedirle agua destilada a la zanja; pedirle honradez a quienes han convertido lo que debería ser oposición honorable, en un puterío de ideologías y de alianzas de comité, de sectas, de negociadores y de tómbola. ¡Cómo han llegado a tanto de insignificancia política y a tanto de dialéctica puteadora! Y cómo consiguen su propia desilusión política cuando la política despierta otra vez ilusiones.
Por eso, a medida que transcurran los días van a seguir puteando con más intensidad y puterío; y cuando ya no les baste con putear contra nadie del Gobierno, cuando no les quede fantasma ni demonio sin inventar, se putearán entre ellos. Ya han empezado a hacerlo. Y ese será el único momento en que la puteada recíproca tendrá fundamento. Porque entre sí son merecedores del puterío al que adhirieron para no adherir a ser sensatos acompañantes del pueblo y del Gobierno
Y cuando ya no tengan más tiempo para putear en los medios con quienes integran el dúo opositor; y cuando las noticias dominantes y los escándalos putísimos tengan que ceder su lugar a la realidad del voto, no van a querer perder extendiendo la mano con grandeza, virtud que han elegido desconocer.
Ya van a ver en octubre. Van a perder puteando.
Ni el tiro del final les va a salir.